Inicialmente el término codependiente se determinó para personas que desarrollaban unos comportamientos específicos frente a un familiar como esposos/as, padres, hermanos o hijos que presentaba problemas de alcoholismo o adicción a otras sustancias u otras conductas adictivas; pero con el tiempo se identificaron que estos rasgos eran comunes en mayor o menor medida en otras poblaciones que, aparentemente, no tenían relación con una persona adicta, pero que tenían un denominador común: que sus historias de vida, en infancia y adolescencia, eran desarrolladas en hogares disfuncionales y que en muchos casos habían sido sometidas a violencia u otros tipos de abusos.
En consecuencia, en la edad adulta su conducta se caracterizaba por que se involucraban en relaciones afectivas donde el comportamiento del otro es abusivo y la persona es incapaz de salirse de la relación o de tomar medidas asertivas para protegerse del comportamiento abusivo del otro, que no necesariamente es su pareja y que puede ser otro familiar, jefe o amigo. En otras palabras la persona es incapaz de tomar decisiones sanas para su vida y lo que hace es presentar unos síntomas similares a los de un comportamiento adictivo, como el obsesionarse con la otra persona, perder el control de sus acciones, síndrome de abstención o exceso de ansiedad cuando no la puede controlar o siente que la va a perder, consecuencias negativas en las diferentes áreas de su vida incluida descuidos en su salud porque su vida empieza a girar en torno a la otra persona, perder la capacidad de sentirse feliz, y sentir que siente que no concibe su vida sin esa persona o en su efecto sentirse que esa persona no puede salir adelante sin usted, y en muchas casos haciendo negación de lo que le pasa, encontrando siempre excusas para justificar el comportamiento del otro.
Es como volverse adicto a sentir vergüenza, dolor, ira y ansiedad de manera excesiva, aún en situaciones en las que no deberían sentirse así, sentirse irracional y pensar que el otro se comporta así por su culpa, y creer que se tiene el poder de hacer feliz a los demás, de sacarlos de sus problemas, de asumir sus proyectos como propios, absorbiendo autoestima de los otros y buscando que los otros sean buenos con ellos y los hagan sentirse importante. Es sentir las situaciones desmedidamente aún en situaciones que podríamos resolver más serenamente; y ahí donde sientan desaprobación por sus acciones, es como si se abriera la tierra y se los tragara.
Muchos esperan, rezan, sermonean, facilitan, pelean, controlan, manipulan, esperando que la otra persona cambie o se comporte como ellos desean que la persona se comporte. Pero si en la remota posibilidad de que el codependiente encuentre a esa persona ideal, es muy posible de que siga experimentando la sensación de que algo le falta para sentirse realmente plena o feliz; eso pasa por esperar que otras personas, cosa, sustancias o actividades como el trabajo, satisfagan la sensación de vacío que llevan dentro.
Como mencioné en alguna oportunidad es como tratar de calmar la sed con agua salada o querer llenar un barril sin fondo, esto puede ser fácil de comprender para el caso de alguna actividad o droga por que es claro que no se puede satisfacer una necesidad emocional con comida o con el efecto de una droga, pero al tratarse de personas la confusión puede enredar la recuperación.
Se empieza a salir de esta situación cuando se logra entender que no se trata de la otra persona sino de la propia conducta y de las consecuencias de esta.
Es importante entender que para recuperarse de la codependencia no existe algo así como una varita mágica que va a sanar el dolor que se lleva dentro; es por eso que los codependientes tratan de engañarse ellos mismos creyendo que otra persona puede darle lo que les hace falta, teniendo en cuenta que el núcleo del problema radica en la no satisfacción de necesidades emocionales en la infancia, y de adulto sigue buscando lo que no encontró en relaciones que le hacen daño, claro está, esto se hace de manera inconsciente, el codependiente creció con una sensación muy interna de que no es suficiente como persona o de que es indigno de ser querido, por lo que está dispuesto a pagar un precio muy alto por un poquito de afecto o aprobación.
La conducta se vuelve en contra de la misma persona ya que al intentar manipular, controlar, castigar, sobrecuidar, para hacer que la persona no se vaya o la deje de querer, lo único que logra es que las conductas del otro se mantengan, empeoren, o que los hagan sentirse culpables por lo que otros hacen, ya que la culpa es una buena herramienta para manipular y lograr que nadie se haga responsable de su propio comportamiento. El resultado es que la sinceridad con uno mismo, con los demás y la sana comunicación no se pueden dar y este es un requisito fundamental para tener relaciones verdaderamente gratificantes o nutricias emocionalmente. Lo anterior unido a que algunos codependientes siguen manteniendo la ilusión de que las cosas marchan bien y no serán honestos con ellos mismos hasta que la situación allá tocado suficiente fondo y el problema para que esto suceda consiste en que puede pasar mucho tiempo y el remordimiento, la sensación de fracaso y los resentimientos serán aun mayores, aunque el único momento que tenemos es el presente y realmente nunca es tarde para hacer algo positivo por nosotros mismos.
¿Alguna vez en nuestra vida hemos tratado de nadar contra la corriente? Tarde o temprano la corriente nos arrastra y nos golpea contra las piedras, hasta el punto de llegar a poner en riesgo nuestra vida y en ocasiones la de otras personas que nos necesitan y terminan pagando los platos rotos, en parte por la falta de asertividad en las decisiones. Los comportamientos disfuncionales del codependiente se incrementan al sentir que las cosas se salen de las manos, la ansiedad se incrementa y otras emociones y sentimientos negativos y esto lleva al descuidos de áreas en las cuales si se tiene control, como el auto cuidado, mantener relaciones sociales sanas con otras personas, desarrollar un propio proyecto de vida, entre otras.
La esperanza está en que siempre hay una manera diferente de actuar y de resolver las cosas, una manera que los sacará del hueco en el que siente que han caído, no queriendo decir que sea fácil, por lo menos al principio, pero siempre hay una forma con la cual se sienta mejor consigo misma, que los llene y los haga sentirse valiosos y dignos de ser queridos, así que antes de pretender tener mejores relaciones con los demás, primero hay que atender la relación que se tiene consigo mismo. Una manera donde se deja de culpar a los demás por lo que les pasa, de culparnos, y de sentir vergüenza; crecemos en amor propio y en la aceptación de si mismo tal y como somos, no como quisieran haber sido, donde se logre hablar de auto perdón, perdón a los otros, de asertividad y aprender a protegernos y de atender nuestras necesidades de la manera más sana, sin depender de los demás; más bien de entender con sabiduría de que las cosas cambian y si no se alejan, siempre para nuestro bien, eso sí, si cambiamos nosotros primero, aunque en el momento pasemos una tormenta, sabiendo que después vendrá la calma, es un darle sentido a nuestra vida y de sentirse más cerca de Dios si lo prefieres.
Si se sienten identificados con estos síntomas, pero se sienten incómodos con el término codependiente, no es problema, lo importante es reconocer los síntomas y tratar de cambiarlos, es saber que siempre podemos hacer algo por nosotros mismos, así sea necesario llenarse de valor para cambiar, es sentir que empezamos a remar en el sentido correcto, asegurando haber soltado las cuerdas del amarradero, nunca llegaremos a ser perfectos, pensar esto es ser codependiente, pero saber que podemos evolucionar hacia la verdadera libertad.
Andrés Ariza Monedero
Psicólogo Clínico
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